lunes, 28 de abril de 2014

RESUMEN


EL PENSAMIENTO HETEROSEXUAL
Y OTROS ENSAYOS

LA CATEGORÍA DE SEXO


La continua presencia de los sexos y la de los esclavos y los amos provienen de la misma creencia. Como no existen esclavos sin amos, no existen mujeres sin hombres. La ideología de la diferencia sexual opera en nuestra cultura como una censura, en la medida en que oculta la oposición que existe en el plano social entre los hombres y las mujeres poniendo a la naturaleza como su causa.

Masculino/femenino, macho/hembra son categorías que sirven para disimular el hecho de que las diferencias sociales implican siempre un orden económico, político e ideológico.

La primacía de la diferencia es tan constitutiva de nuestro pensamiento que le impide realizar ese giro sobre sí mismo que sería necesario para su puesta en cuestión, para captar precisamente el fundamento constitutivo. Captar una diferencia en términos dialécticos consiste en poner de manifiesto los términos contradictorios que deben resolverse. Comprender la realidad social en términos dialécticos materialistas consiste en captar las oposiciones entre clases término a término y reunirías en un mismo vínculo (un conflicto en el orden social) que es también una resolución (una abolición en el orden social) de las contradicciones aparentes.

La lucha de clases entre hombres y mujeres —que debería ser emprendida por todas las mujeres— es lo que resuelve las contradicciones entre los sexos, los destituye cuando los hace comprensibles. Lo que me interesa señalar aquí es que antes del conflicto (la revuelta, la lucha) no existen categorías de posición sino solamente categorías de diferencia. El pensamiento dominante se niega a analizarse a sí mismo para comprender aquello que lo pone en cuestión.
Mientras no haya una lucha de las mujeres, no habrá conflicto entre los hombres y las mujeres. El destino de las mujeres es aportar tres cuartas partes del trabajo en la sociedad (tanto en la esfera de lo público como de lo privado), hay que añadir el trabajo corporal de la reproducción.
Ser asesinada y mutilada, ser torturada y maltratada física y mentalmente; ser violada, ser golpeada y ser forzada a casarse, éste es el destino de las mujeres.
Las mujeres no saben que están totalmente dominadas por los hombres, y cuando lo admiten, «casi no pueden creerlo».

«Los pensamientos de la clase dominante son también en todas las épocas los pensamientos dominantes, es decir, la clase que es la fuerza material dominante de la sociedad es también la fuerza dominante intelectual La clase que dispone de los medios de producción material dispone, a su vez, de los medios de la producción intelectual, y en ambos casos, los pensamientos de aquellos a quienes se ha desposeído de los medios de producción intelectual son sometidos igualmente a esta clase dominante.
Este pensamiento que se basa en el predominio de la diferencia es el pensamiento de la dominación.
La dominación suministra a las mujeres un conjunto de hechos,de datos, de aprioris que, por muy discutibles que sean, forman una enorme construcción política, una prieta red que lo cubre todo, nuestros pensamientos, nuestros gestos, nuestros actos, nuestro trabajo, nuestras sensaciones, nuestras relaciones.

Por todas partes la dominación nos enseña:

*      Que antes de cualquier pensamiento, de cualquier sociedad, hay «sexos» (dos categorías innatas de individuos) con una diferencia constitutiva, una diferencia que tiene consecuencias ontológicas (El enfoque metafísico);
*      Que antes de cualquier pensamiento, de cualquier orden social, hay «sexos» que son «naturalmente», «biológicamente», «hormonalmente» o «genéticamente» diferentes y que esta diferencia tiene consecuencias sociológicas (el enfoque científico)

*      Que antes de cualquier pensamiento, de cualquier orden social, hay una «división natural del trabajo en la familia», «una división del trabajo [que] en su origen no es otra cosa que la división del trabajo en el acto sexual» (el enfoque marxista).



Los sexos, a pesar de su diferencia «constitutiva», deben inevitablemente desarrollar relaciones de categoría a categoría. Dado que pertenecen a un orden natural, esas relaciones no pueden ser consideradas como relaciones sociales. El carácter obligatorio de la categoría en sí (que constituye la primera definición del ser social por su estado civil). En cuanta categoría de dominación, no puede ser el producto de la dominación natural, es el producto de la dominación social de las mujeres ejercida por los hombres, ya que no existe otra dominación que la social.

La categoría de sexo es una categoría política que funda la sociedad en cuanto heterosexual.
Se trata de una cuestión de ser, sino de relaciones (ya que las «mujeres» y los «hombres» son el resultado de relaciones) aunque los dos aspectos son confundidos siempre cuando se discuten. La categoría de sexo es la categoría que establece como «natural» la relación que está en la base de la sociedad (heterosexual), las mujeres— es «heterosexualizada» (la fabricación de las mujeres es similar a la fabricación de los eunucos, y a la crianza de esclavos y de animales) y sometida a una economía heterosexual. La categoría de sexo es el producto de la sociedad heterosexual que impone a las mujeres la obligación absoluta de reproducir «la especie», es decir, reproducir la sociedad heterosexual.
La reproducción consiste esencialmente en este trabajo, esta producción realizada por las mujeres, que permite a los hombres apropiarse de todo el trabajo de las mujeres. La apropiación del trabajo que está asociado «por naturaleza» a la reproducción: criar a los hijos, las tareas domésticas.

La categoría de sexo es el producto de la sociedad heterosexual, en la cual los hombres se apropian de la reproducción y la producción de las mujeres, así como de sus personas físicas por medio de un contrato que se llama contrato de matrimonio. El contrato que une a una mujer con un hombre es un contrato de por vida, que sólo la ley puede romper (el divorcio). Asigna a la mujer ciertas obligaciones, incluyendo un trabajo no remunerado. Su trabajo (la casa, criar a los niños), como sus obligaciones (cesión de su reproducción puesta a nombre del marido, coito forzado, cohabitación día y noche, asignación de una residencia, como se sobreentiende en la noción jurídica de «abandono del domicilio conyugal») significan que la mujer, en cuanto persona física, pertenece a su marido.

La policía interviene ante una denuncia por agresiones cuando un ciudadano golpea a otro ciudadano. Pero una mujer que ha firmado un contrato de matrimonio deja en ese momento de ser un ciudadano ordinario (protegido por la ley). Basta con ir a una casa de mujeres maltratadas para ver hasta qué punto esta autoridad puede ejercerse. Estén donde estén, hagan lo que hagan (incluyendo cuando trabajan en el sector público) ellas son vistas como (y convertidas en) sexualmente disponibles para los hombres y ellas, senos, nalgas, vestidos, deben ser visibles. Ellas deben llevar puesta su estrella amarilla, su eterna sonrisa día y noche.


NO SE NACE MUJER

Se destruye la idea de que las mujeres son un grupo natural, es decir, «un grupo racial de un tipo especial: un grupo concebido como natural\ un grupo de hombres considerado como materialmente específicos en sus cuerpos».

El caso de las mujeres, la ideología llega lejos, ya que nuestros cuerpos, así como nuestras mentes, son el producto de esta manipulación. En nuestras mentes y en nuestros cuerpos se nos hace corresponder, rasgo a rasgo, con la idea de naturaleza que ha sido establecida para nosotras.
Somos manipuladas hasta tal punto que nuestro cuerpo deformado es lo que ellos llaman «natural», lo que supuestamente existía antes de la opresión; tan manipuladas que finalmente la opresión parece ser una consecuencia de esta «naturaleza» que está dentro de nosotras mismas (una naturaleza que es solamente una idea).

Simone de Beauvoir— es sólo un mito. Ella afirmó: «no se nace mujer, se llega a serlo. No hay ningún destino biológico, psicológico o económico que determine el papel que las mujeres representan en la sociedad: es la civilización como un todo la que produce esa criatura intermedia entre macho y eunuco, que se califica como femenina».
El matriarcado no es menos heterosexual que el patriarcado: sólo cambia el sexo del opresor. Además, esta concepción no sólo sigue asumiendo las categorías del sexo (mujer y hombre), sino que mantiene la idea de que la capacidad de dar a luz (o sea, la biología) es lo único que define a una mujer. «Las mujeres y los hombres pertenecen a razas o especies (las dos palabras se utilizan de forma intercambiable) distintas: los hombres son biológicamente inferiores a las mujeres; la violencia de los hombres es un fenómeno biológico inevitable».

Al admitir que hay una división «natural» entre mujeres y hombres, naturalizamos la historia, asumimos que «hombres» y «mujeres» siempre han existido y siempre existirán. No sólo naturalizamos la historia sino que también, en consecuencia, naturalizamos los fenómenos sociales que manifiestan nuestra opresión, haciendo imposible cualquier cambio. Por ejemplo, no se considera el embarazo como una producción forzada, sino como un proceso «natural», «biológico», olvidando que en nuestras sociedades la natalidad es planificada (demografía), olvidando que nosotras mismas somos programadas para producir niños, aunque es la única actividad social, «con la excepción de la guerra», que implica tanto peligro de muerte8.

La ambigüedad de la palabra «feminista» resume toda la situación. ¿Qué significa «feminista»? feminismo contiene la palabra «fémina» («mujer»), y significa: alguien que lucha por las mujeres.
Para muchas de nosotras, significa alguien que lucha por las mujeres como clase y por la desaparición de esta clase. Para muchas otras, esto quiere decir alguien que lucha por la mujer y por su defensa —por el mito, por tanto, y su fortalecimiento.
Pero, ¿por qué ha sido escogida la palabra «feminista» si es tan ambigua? Elegimos llamarnos  feministas» hace diez años, no para apoyar o fortalecer el mito de la mujer, ni para identificarnos con la definición que el opresor hace de nosotras, sino para afirmar que nuestro movimiento tiene una historia y para subrayar el lazo político con el primer movimiento feminista. El feminismo del siglo pasado unca fue capaz de solucionar sus contradicciones en asuntos como naturaleza/cultura, mujer/sociedad. Las mujeres empezaron a luchar por sí mismas como un grupo y consideraron acertadamente que compartían aspectos de opresión comunes.

EL PENSAMIENTO HETEROSEXUAL

Las ciencias llamadas humanas, y ha penetrado en las discusiones políticas de los movimientos de lesbianas y de liberación de las mujeres. Se trata de un campo político importante en el que lo que se juega es el poder o, más bien, un entrelazamiento de poderes porque hay una multiplicidad de lenguajes que producen constantemente un efecto en la realidad social. La importancia del lenguaje en cuanto tal como asunto político sólo ha aparecido recientemente.
La ciencia del lenguaje ha invadido otras ciencias como la antropología con Lévi-Strauss, el psicoanálisis con Lacan, así como todas las disciplinas que trabajan a partir del estructuralismo.

Cuando se recubre con el término generalizador de «ideología » todos los discursos del grupo dominante, se relegan estos discursos al mundo de las Ideas Irreales. Se desatiende la violencia material (física) que realizan directamente sobre los y las oprimidos/as, violencia que se efectúa tanto por medio de los discursos abstractos y «científicos» como por medio de los discursos de los medios de comunicación de masas. Insisto en esta opresión material de los individuos por los discursos y querría subrayar sus efectos inmediatos tomando el ejemplo de la pornografía.
Sus imágenes —películas, fotos de revistas, carteles publicitarios en las paredes de las ciudades— constituyen un discurso, y este discurso, que cubre nuestro mundo con sus signos, tiene un sentido: significa que las mujeres están dominadas. Los semiólogos pueden interpretar el sistema de este discurso, describir su disposición.
El concepto de diferencia de sexos, por ejemplo, constituye ontològicamente a las mujeres en otros/diferentes. Los hombres, por su parte, no son diferentes. Los blancos tampoco son diferentes, ni los señores, diferentes son los negros y los esclavos. Esta característica ontològica de la diferencia entre los sexos afecta a todos los conceptos que forman parte del mismo conglomerado. Ahora bien, para nosotras no hay ser-mujer ni ser hombre. «Hombre» y «mujer»8 son conceptos políticos de oposición.
Y, dialécticamente, la cópula que los reúne es al mismo tiempo la que preconiza su abolición, es la lucha de clase entre hombres y mujeres la que abolirá los hombres y las mujeres.


Esto supone decir que para nosotras no puede ya haber mujeres, ni hombres, sino en tanto clases y en tanto categorías de pensamiento y de lenguaje: deben desaparecer políticamente, económicamente, ideológicamente. Si nosotros, las lesbianas y gays, continuamos diciéndonos, concibiéndonos como mujeres, como hombres, contribuimos al mantenimiento de la heterosexualidad.
Estoy segura de que una transformación económica y política no desdramatizará estas categorías de lenguaje. ¿Exceptuamos esclavo, negro, negra? ¿En qué se diferencia de mujer? ¿Vamos a seguir escribiendo blanco, amo, hombre? La transformación de las relaciones económicas no basta.

A PROPÓSITO DEL CONTRATO SOCIAL

Me propongo una tarea difícil: se trata de calibrar y reevaluar la noción de contrato social como noción de filosofía política. Es una noción nacida en el siglo XVII y XVIII. Es asimismo el título de un libro de J. J. Rousseau2. Más tarde, Marx y Engels criticaron el concepto de contrato social porque no era relevante en términos de lucha de clases y por tanto no afectaba al proletariado.

Propuestas fueran asumidas directamente por la Asamblea de la Revolución Francesa).
Siempre he pensado que las mujeres son una clase que está estructurada de forma muy similar a como lo estaba la clase de los siervos. Constato en la actualidad que no pueden desvincularse del orden heterosexual más que huyendo de él una por una. Esto es lo que explica mi interés por una noción preindustrial como el contrato social.

La cuestión del contrato social en los propios términos de Jean Jacques Rousseau dista mucho de estar obsoleta, dado que en lo que se refiere a su dimensión filosófica nunca fue desarrollada. La cuestión de los sexos es en sí un delineador muy preciso del bosquejo general de la sociedad; si la analizamos desde un punto de vista filosófico, contiene y da forma la idea general de contrato social.

El principal enfoque de la noción de contrato social debe ser filosófico, en el sentido de que este punto de vista permite la posibilidad de síntesis, a diferencia del punto de vista dividido que tienen las ciencias sociales6. En efecto, la noción de «contrato social» es una noción de filosofía política, la idea abstracta de que hay un pacto, un convenio, un acuerdo entre los individuos y el orden social.





HACERSE HOMBRE: ALGUNAS REFLEXIONES DESDE LAS MASCULINIDADES


1.    EL CAMINO A HACERSE HOMBRE
Las representaciones sociales de la identidad de género y de la identidad sexual empiezan a ser internalizadas con las vivencias más tempranas de la niñez, en un proceso continuo a lo largo de toda la vida de los sujetos, por lo que los contenidos que se interioricen de los agentes de socialización estarán en constante conformación y recreación a lo largo de todo el ciclo vital.
La constitución de la identidad de género adquiere estabilidad a través de la actuación y el repudio. Mediante la actuación, los sujetos actualizan los modelos culturales de ser varón o mujer, y dan realidad a las identidades de género. El repudio nos remite a la fijación del género en cada sujeto a través de todo aquello que no se debe ser o hacer, de lo abyecto, límite en el que el individuo pierde su condición de tal (Butler, 1990).
Otro aspecto importante en la constitución de la identidad masculina es la socia-lización en patrones de intimidad. Los varones no expresen emociones consideradas femeninas como el miedo o la duda, ni ciertas formas de intimidad con otros varones que podrían poner en duda su heterosexualidad (Bor-neman, 2010; Gutmann, 1997).
La masculinidad hegemónica es una representación ideal de ser hombre, en torno a la cual los varones construyen su identidad de género. La existencia de esta versión hegemónica de masculinidad crea la imagen de un “hombre de verdad”, alguien que está por encima no sólo de mujeres sino también de otros hombres, es decir, un ideal de identidad que funciona como identidad de fachada más que como algo real.
Este modelo de masculinidad que ocupa la posición privilegiada en un modelo dado de relaciones de género es un proceso que implica cuatro dimensiones:
Ø  Hegemonía, por la cual, en un momento histórico dado, una forma de masculinidad se acepta como el comportamiento socialmente valorado por sobre las otras.
Ø  Subordi-nación, en la que las masculinidades heterosexuales oprimen y convierten en ilegítimas y repudiadas las masculinidades homosexuales.
Ø  Complicidad, al no poder cumplir todos los varones con los imperativos del modelo hegemónico, se estable-cen “alianzas” entre ellos para sostener la subordinación de la mujer.
Ø  Margina-ción, en la que se cruzan otros aspectos como clase social o raza para producir la exclusión de grupos como minorías raciales o migrantes indocumentados (Connell, 1995, 2000; Connell y Messerschmidt, 2005).

2.    LA CASA Y LA CALLE EN LOS PROCESOS DE HACERSE HOMBRE
Analizar el ámbito doméstico donde el varón desempeña roles y relaciones diferen-ciadas nos permite acceder no sólo al proceso de configuración de muchas de las representaciones de la masculinidad, sino que también nos posibilita analizar la forma en que se afirman o cuestionan las bases de la identidad masculina, especial-mente en lo referido a la sexualidad.
El universo doméstico o de la casa nos remite a un mundo de jerarquías natu-ralmente instauradas en base a reglas de parentesco, sexo y edad. Como dice Da-Matta (1990), en este espacio hay un mayor control de las relaciones sociales, mayor intimidad y menor distancia social. La casa es el espacio de la familia, donde los integrantes se perciben como “mi gente”, los “míos”, otorgando una identidad al grupo familiar.
En este espacio de socialización familiar el niño empieza su proceso de “hacerse hombre”. En este escenario aprenderá que tendrá que resolver la primera contradic-ción de ser hombre: que ser hombre es algo “natural”, pero que al mismo tiempo tiene que obtenerse en torno a pruebas e ideales de actuación. Estas pruebas se convierten en imperativos de masculinidad y sexualidad hegemónicas, en desempe-ños considerados masculinos y heterosexuales. De hecho, en todos los hogares se transmiten una serie de mensajes y pautas de cómo se espera sea un hombre.
El aspecto más sublime de esta masculinidad son los valores morales, que se espera sean el guión que los varones actualizarán en su vida pública y privada. Estos valores buscan hacer del varón un “hombre de bien” (Fuller, 2002).
La transición del mundo de la casa al mundo público o de la calle, implica adap-tarse a un mundo imprevisto y accidentado, donde los niños tienen que descubrir y aprender a convivir con reglas y jerarquías diferentes a las de la casa. Más que espacios distintos, la casa y la calle nos remiten a guiones sociales, ideologías y valores que en algunos casos son sólo válidos para estos espacios, que pueden funcionar como subculturas, y en otros funcionan como prolongación de una de ellas. Casa y calle pueden ser concebidas como un continuum o prolongación de ciertos elementos de ambos espacios. De esta manera, el grupo de pares, el colegio, los estudios superiores y el espacio laboral pueden competir, oponerse o ser en cierta forma prolongación de ciertas situaciones o valores de la casa u hogar.

3.    EL GRUPO DE PARES Y LOS RITUALES DE LA MASCULINIDAD
El grupo de pares está conformado por un grupo de amigos del mis-mo rango etáreo y posibilita el inicio de relaciones más democráticas que las exis-tentes entre padres e hijos. Estas relaciones están basadas en amistad y empatía más igualitarias, con interacciones entre los sujetos en los que se pueden sopesar y cuestionar las reglas de conducta “naturalizadas” en el espacio familiar.
En el grupo de pares donde se consolidan los límites y fronteras de la identidad masculina, a través de la actualización de gestos rituales de masculinidad y sexualidad, que funcionan como modelos ritualizados, ambiguos, arbitrarios, repetitivos y socialmente provocados, y que buscan configu-rar este orden social a través del pasaje obligatorio de adolescentes y jóvenes por ciertas pruebas que aseguren su pertenencia al grupo.
·         Por ejemplo, el consumo de alcohol y la primera experiencia de “borrachera” es un ritual muy común para adolescentes en su viaje a convertirse en varones (Kim-mel, 2008; West, 2001). Los varones participan en una cultura de beber alcohol que premia a los que saben tomar “como hombres” y censura a los que fallan. Por otro lado, en cuanto a la fortaleza física, lo más importante es sobresalir en deportes considerados masculinos como el fútbol.
 La heterosexualidad es central en la producción de masculinidad en las socieda-des occidentales          pues a través de las relaciones heterosexuales los hombres ganan respeto y status en sus grupos sociales. La heterosexualidad se practica y ejerce a través de estos guiones de género y guiones sexuales. Varones y mujeres son socia-lizados bajo un solo supuesto: la heterosexualidad, la cual se presenta como la única realidad posible e inevitable (Rich, 1980). De esta forma, adolescentes y jóvenes aprenden a pensar y a actuar como heterosexuales (Ingraham, 2005), especialmente en ámbitos homosociales al interior de estos grupos de pares.
Homofobia y homoerotismo son aspectos fundamentales de los espacios homo-sociales en grupos de varones heterosexuales. La homosocialidad, entendida como relaciones sociales entre personas del mismo sexo sin objetivo sexual o romántico (Sedgwick, 1985) facilita los lazos entre hombres a través de la exclusión de muje-res y de los hombres no considerados masculinos.
La centralidad de la homofobia en la constitución de la identidad masculina ha sido ampliamente tratada, siendo las bromas y juegos homofóbicos parte activa de las relaciones entre hombres desde la juventud a la adultez (Kimmel, 2005; Lancaster, 2003; Pascoe, 2007). Otro aspecto central de la homofobia es su carácter disciplinador y educador so-bre guiones de género.

La fortaleza emocional se instaura en el grupo a través de imperativos de valen-tía, de la eliminación de manifestaciones de “debilidad” y de las muestras de segu-ridad ante peleas o situaciones de riesgo. El mandato es que el varón no puede dudar o vacilar frente a los retos pues siempre debe mostrar seguridad, decisión y valentía. Si en la casa el imperativo era ser honesto, trabajador y honrado, con los amigos el imperativo es ser solidario, amigo fiel, leal e incondicional. Y, en ambos espacios los varones tienen que reconciliar sus identidades integrando discursos morales de actuación masculina.
4.    DISCURSOS EMERGENTES SOBRE MASCULINIDAD
Los medios de comunicación producen y reproducen modelos de masculinidad que, en algunos casos, puede reforzar los discursos hege-mónicos y, en otros, cuestionar estos ideales de actuación ofreciendo modelos y mensajes alternativos de masculinidad. De hecho, algunos aspectos de la estética masculina se reconfiguran ante una creciente presión social y de consumo de me-dios por “verse bien”, y lo que antes se consideraba poco masculino en el arreglo personal es hoy una constante que no cuestiona las identidades de los hombres.
La autoimagen masculina para el cortejo y la conquista de parejas sexuales sufre un desplazamiento de imágenes de varones exentos de exigencias de cuidado estético, hacia varones preocupados por una imagen más cercana a la “metrosexualidad”.
Por ejemplo, un aspecto destacado en la identidad de jóvenes de clase media ur-bana son las constantes alusiones a las búsquedas de ampliación de su moratoria social, esto es, de no asumir responsabilidades ni compromisos definitivos (Borne-man, 2010), una situación que se acentúa cuanto mayor es el nivel económico y la escolaridad de los jóvenes entrevistados.
Las adoles-centes y jóvenes de sociedades urbanas occidentales presentan discursos emergentes de sexualidad y masculinidad que cuestiona los límites de la masculinidad hegemó-nica. Evidencia empírica en diversos contextos sociales urbanos muestran como los varones jóvenes se sienten crecientemente más cómodos de expresar sus emociones, desarrollar relaciones amicales con mujeres y otros varones (Allen, 2003; Gilmartin, 2007). Estos discursos y prácticas emergentes nos alertan sobre la necesidad de considerar los cambios en las masculinidades y prestar atención a las tensiones entre versiones emergentes y hegemónicas de las mismas.
5.   A MODO DE CONCLUSIONES
Los adolescentes y varones aprenden desde muy temprana edad que la sexualidad masculina se constituye en torno a fronteras delimitadas que actúan como un repu-dio a lo que se considera dominio de lo abyecto, de aquello que un varón, para ser valorado como tal, no debe cruzar jamás: la feminidad y la homosexualidad pasiva. Estas fronteras de la sexualidad masculina están centradas en el fantasma normativo del sexo que coloca al homoerotismo y a la pasividad, como fronteras que un “ver-dadero hombre” no debe pasar jamás.
Mientras que algunos varones cumplen exitosamente las pruebas e imperativos de masculinidad y sexualidad hegemónicas; otros varones, en cambio, viven esta situación como pruebas inalcanzables y la amenaza en convertirlos en masculinida-des fallidas.
Los adolescentes y jóvenes aprenden a negociar sus propias experiencias con las inalcanzables expectativas sociales de hombres de verdad; aprenden que ciertos “logros” pueden ocultar o minimizar otras “fallas”, por ejemplo, mediante la pertenencia a grupos de varones “duros” que refuerzan la hegemonía y desplazan posibles torpezas o fallas en otras actividades masculinas (por ejemplo, no sobresalir en deportes rudos).
La masculinidad hegemónica no es un tipo de carácter fijo ni inmutable en todo lugar ni en todo tiempo, sino que es una posición siempre disputada, y los varones aprenden desde muy temprana edad que parte del largo viaje de hacerse hombre implica resolver las contradicciones entre el imaginario social y sus propias experiencias personales (Vasquez del Águila, 2013; Viveros, 2002).
Los varones también tienen que reconciliar la contradicción entre el as-pecto “natural” y aprendido de la masculinidad. Ellos aprenden que a la asociación del varón con tareas consideradas como propias a su sexo, se adiciona el hecho que ser hombre implica pasar por situaciones de prueba, es decir, resolver la tensión entre considerar que ser hombre es algo natural-mente dado y al mismo tiempo el resultado de un proceso de aprendizaje.
La heterosexualidad normativa es central en la constitución de la masculinidad, pues independientemente de su orientación sexual, niños y adolescentes aprenden que ser hombre es demostrar gestos rituales que la confirmen. La homofobia funciona como un fantasma disciplinario de los libretos de género y sexualidad, y de hecho, a día de hoy, no ser mujer ni ser “maricón” siguen siendo los imperativos más arraigados en la vida de varones latinoamericanos.
En consecuencia, a partir de la revisión de la literatura y de mis propios trabajos sobre masculinidades y sexualidad con varones latinoamericanos, considero que existen cinco mecanismos principales en el proceso de hacerse hombre:
1.       El rechazo del mundo femenino y actitudes consideradas femeninas.
2.       El rechazo de la homosexualidad pasiva y un manejo adecuado de la homofobia y el homoerotismo.
3.       El desempeño sexual heterosexual y alardeo sobre estas performances.
4.       La toma de riesgos y los gestos de violencia.
5.       La incorporación de valores morales.



LA CENSURA.- Es la «intervención que practica el censor en el contenido o en la forma de una obra atendiendo a razones ideológicas, morales o políticas».En un sentido amplio se considera como supresión de material de comunicación que puede ser considerado ofensivo, dañino, inconveniente o innecesario para el gobierno o los medios de comunicación según lo determinado por un censor.




EL MARXISMO.- Es el conjunto de movimientos políticos, sociales, económicos y filosóficos derivados de la obra de Karl Marxeconomistafilósofo y periodista revolucionario alemán de origen judío,1 quien contribuyó en campos como la sociología, la economía, el derecho y la historia, y de su allegado Friedrich Engels, quien le ayudó en muchas de sus teorías.




LA METAFÍSICA.- (del latín metaphysica, y este del griego μετὰφυσικά, «más allá de la física») es una rama de la filosofía que estudia la naturaleza, estructura, componentes y principios fundamentales de la realidad.

La metafísica aborda problemas centrales de la filosofía, como lo son los fundamentos de la estructura de la realidad y el sentido y finalidad última de todo ser.
La metafísica tiene dos tópicos principales: 
  • El primero es la ontología, que en palabras de Aristóteles viene a ser la ciencia que estudia el ser en cuanto tal. 
  • El segundo es el de la teleología, que es el estudio de los fines como causa última de la realidad

REPRESIÓN POLÍTICA.- Es la acción de contener, detener, castigar y perseguir actuaciones políticas o sociales desde el poder político hacia un individuo o grupo.

La represión política niega e impide el ejercicio de los derechos civiles  y de libertad políticaexpresiónreuniónmanifestaciónasociaciónsindicación que suelen considerarse propias de los sistemas democráticos.



HEGEMONÍA.- Al dominio de una entidad sobre otras de igual tipo. Se puede aplicar a diversas situaciones con el mismo significado: un bloque de naciones puede tener hegemonía gracias a su mayor potencial económico, militar o político, y ejerce esa hegemonía sobre otras poblaciones, aunque estas no la deseen. Por «hegemonía mundial» se entiende el dominio del mundo por parte de una sola nación o un grupo de naciones.



LA PEDAGOGÍA.- (del griego παιδιον (paidos -niño) y γωγος (gogos -conducir)) es la ciencia que tiene como objeto de estudio a la educación. Es una ciencia perteneciente al campo de las Ciencias Sociales y Humanas, y tiene como fundamento principal los estudios de Kant y Herbart.Usualmente se logra apreciar, en textos académicos y documentos universitarios oficiales, la presencia ya sea de Ciencias Sociales y Humanidades, como dos campos independientes o, como aquí se trata, de ambas en una misma categoría que no equivale a igualdad absoluta sino a lazos de comunicación y similitud etimológica.

HOMOEROTISMO.-  refiere a la tendencia social caracterizada por la presencia de emociones eróticas o deseos sexuales que se centran en una persona del mismo sexo. Este concepto tiene una estrecha relación con el concepto homosexualidad, aunque puede diferir de éste, ya que homoerotismo hace referencia a una forma del deseo sexual que se enfoca hacia personas del mismo sexo, mientras que el concepto homosexualidad hace referencia a una identidad sexual u orientación sexual cuya naturaleza implica la atracción sexual por personas del mismo sexo, asimilándose como una identidad del homoerotismo.

REIFICACIÓN.- concepto de la teoría feminista que designa la acción de ver a una persona como un objeto sexual separando de la persona el resto de su personalidad y existencia.





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